Ek arte de envejecer

Ek arte de envejecer

27 abr 2017

El arte de envejecer

A medida que vamos cumpliendo años, es cada vez más frecuente, a diestra y siniestra, ir repitiendo frases como éstas: ¡pero si no pasan días por ti!, pero, ¡si estás igual que siempre!, pero, ¡si estás hecho un chaval! Y claro, a tan generosas expresiones  se nos corresponde:  ¡pues anda que tú! ¡Si cada día se te ve más joven! 
No hay duda de que, en el fondo, nos dejamos llevar in­conscientemente, por una meto­do­logía conductista: estímulo respuesta. Lo que más nos inte­resa, por supuesto, no es que el otro esté o deje de estar igual que siempre, sino que nos haga creer que lo estamos nosotros. Y de estar cada día más joven, nada de nada. Puede que hayamos perdido o ganado unos kilos, puede que, por cualquier causa,  llevemos el “guapo subido”, y puede que nuestro aspecto,  atuendo, etc. nos haga parecer de verdad ante los demás que los días no pasan por nosotros.
De cualquier forma, para mí, ese vaivén de mentirijillas, me resulta divertido, aunque, sinceramente, me provoca pena. Sí, pena, porque  en definitiva, se trata de ir pregonando algo que no acepta­mos: que vamos envejeciendo.
Y bien conocido es aquello que dice:  Empezar a sentirse joven es el primer síntoma de la vejez.
Entre los muchos párrafos  acer­tados del protagonista  de  mi novela “Sol de Otoño”, en carta a sus hijos, dice: Quiero confesaros que, desde siempre, he luchado por dejar “lleno” mi espacio vacío. Lleno, con mis lágrimas calladas, con mi trabajo realizado, minuto a minuto, con amor, lleno de mi huellas apretadas al duro ca­mino de la vida que, tantas veces  me hizo paladear el agri­dulce de sus contrastes, lleno, ante todo, por la fe que me animó siempre en mi profunda soledad.
Estas cosas os las digo, hijos míos, con el corazón en esta vieja mano que ya casi flaquea para sostenerlo.
 De todas formas si, a mi par­tida, no encontráis ese calor, esa luz, esa vida que yo he querido imbuir a mi espacio vacío, no os preocupéis creyendo que he sido un pobre tonto, cargado de uto­pías.
Yo no estaré para comprobarlo y, en la vida, me ha servido para gozar, sintiéndome portador de una inmensa felicidad, y receptor, ¡como no!, de esa ilusión virgen que emana de los momentos que se suceden, casi a espaldas del mundo que, a toda prisa, gira y gira...”
No se nace viejo, pero la meta hacia la cual nos dirigimos lleva ése, para muchos nombre  insopor­table de reconocer y aceptar: vejez. Y el viejo se hace en el transcurrir de los años.
Para mí, la mejor terapia es la de vivir, sin obsesión, el paso del tiempo, entre otras razones, porque el tiempo no existe. Existen, eso sí, los cambios y el adaptarnos a ellos nos dará el índice de nuestra verdadera edad.     
Además, si al mirar hacia atrás, uno reconoce un camino como propio, uno nota que sus manos se han multiplicado al calor del amor por los demás, si al mirar hacia atrás, uno se reconoce en ...“un  árbol, en  un hijo, en un libro”, bien puede asumir sus años con paz y ale­gría, bien puede esperar el final sin agobios ni pesares.
Porque la vejez no llega en un repente: nos vamos haciendo vie­jos, y cada paso en esa dirección debe llevar el sello de lo impere­cedero.
No sólo nos  espera la muerte. Nos espera, si tenemos  fe -yo quiero tenerla- el abrazo con un Dios que nos aguarda.

Y en cualquier caso, el des­canso en la satisfacción de un deber bien cumplido.

6 abr 2017

SER MAYOR O SER VIEJO

Un amigo, gran psicólogo, me hablaba al teléfono de  algo que yo no había oído: una cuarta edad. Es decir, gracias  a las mejoras  en los estilos  de vida y a la atención sanitaria es más frecuente que grupos de personas enmarcadas en la tercera edad, se encuentren en plenitud de facultades físicas y mentales, si bien es normal que se sientan aquejadas por algún tipo de dolencia en mayor o menor grado, lo cual no las convierte en desahucios de la sociedad, ya que siguen en ella aportando lo mejor que tienen y pueden.
Son muchos los mayores que se encuentran en plenitud de facultades   y no obstante son objeto de discriminación para demasiadas cosas. Desde mi punto de vista hay grandes diferencias entre ser mayor y ser viejo: mayor es  quien tiene años; viejo quien perdió la jovialidad, incluso siendo joven.  El mayor vive cada día como único, con proyectos, con ilusión; para el viejo todos los días son iguales  y su agenda está en blanco y solo vive pensando en los ayeres. El mayor camina, trabaja, se relaciona, se comunica: el viejo la mayor parte del tiempo lo pasa  renegando de todo, anatematizando instituciones, hundido en el pozo  negro de la desesperanza, sentado o acostado sin aportar ni un solo paso a favor de los demás.
En mi particular oración, pido, y en definitiva es una exigencia conmigo misma, que los años no me hagan indiferente, insensible a mi realidad presente,  porque quiero seguir construyendo, colaborando, soñando…  Hay un pensamiento de Marañón que viene a resumir todo lo dicho: vivir  -dice- no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir  y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir.
Ánimo, pues a esa nueva mayoría de edad. Hay que seguir regando la parcela por pequeña que sea, hay que seguir aprendiendo, enseñando, animando, repartiendo esperanza y optimismo. Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida. Envejecer –dice O. Wilde- no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose  y proclamándose joven.

 Ánimo, pues, amigo. Eres sabio y fuerte, eres, sinceramente, manantial del que fluye generosidad y sobre todo amor. Quiero seguir bebiendo de tus frescas aguas.

1 sept 2016

Caminos rotos

Buenos días, amigos. Vamos por otro viernes caluroso, primer fin de semana de este septiembre que no volverá. Vistámoslo de gala con las mejores pinceladas que podamos dar al lienzo de nuestras vidas.
Hoy, un breve, muy breve relato. Espero que os guste y, sobre todo, nos sirva para ser un poco más solidarios con los mayores, enfermos, etc.

CAMINOS ROTOS
Él, anciano de pelo muy cano que le rebasaba el ala de un destartalado sombrero,  mirada grande, palabras pacientes, tiernas, murmullo de caricias infinitas. Pasos cortos, torpes, macilentos, viejos… Manos agarrotadas por una galopante artrosis.
Ella, rebosante de carnes blandas, en un sillón de ruedas, apenas hablaba, apenas se movía, apenas rastro de ser humano, bulto vegetal que, de vez en cuando, en un  galopante alzhéimer, mascullaba ininteligible y agrios,  sonidos.  .
Él y ella, inquilinos, por caridad, de una mísera habitación por casa. Matrimonio de toda una vida, cargados de hijos, en soledad y abandono, convivían.
Ella, estática, eclipsada, perdida… ¡Sabe Dios! 
Él, amor a flor de piel, escuchaba y respondía a sus exigentes silencios e incansables urgencias: sí,  ya te voy a dar de comer, ya te voy a lavar, a peinar, a poner guapa. ¡Ya voy! ¡Ya mismo voy!
Él y ella, a veces, en silencio, se miraban, como queriendo reverberar,  con fervor de lágrimas, migajas de recuerdos, voces ahogadas, silencios de años, caminos rotos…



25 ago 2016

Nada



Silencio y paz en este perdido rincón del mundo donde mano oculta engalana mi cuello con la valiosa joya de la esperanza.

Sí, nada.
Pero esta noche noto como si algo que me naciera en el alma se estrellara en este atardecer que empieza a ser noche, buscando sin descanso la urgencia de un dios que necesito desde mi nada, 
porque nadie puede entender mis lágrimas, cuando los árboles, cuajados de pájaros, empiezan a silenciar en sombras este lugar de nadie donde yo eternizo recuerdos y agonías.
No, no sé qué me pasa, pero, al abrir el micro de mi corazón, noto cómo se graban los sonidos de la tierra: abismos, montañas, pinares, nubes, flores, pájaros... 

¿Dónde está la gente que puebla el mundo? Busqué, llamé, mendigué pero, ¡nada, nada...! Somos débiles, frustrantes, egoístas, clavamos la espina y…, nada: adiós.
A lo lejos, oscurece, avanza la oscuridad. Me llega una bocanada de olor a tierra, a tomillo, a romero, a jaras... Rítmica armonía y silencio en las suaves horas de este anochecer.
Y mi alma, ímpetu secreto de sentires, se agita vigorosa en esta mi hora de confidencias, izadas por el limpio césped de este retiro, cual alas desplegadas al viento, cual gaviota que surca mares en calma y tempestad, cual latido gigante del corazón del mundo que rezuma ocultos quejidos. Lejos de aquí, la ciudad, la gente, la hipocresía, la mentira, la deslealtad, la envidia…

Sí, me quedaría aquí, sola, sola, pero en brazos de la eterna hora calma.
Nada, nada, pero sé de la diana, y en el blanco, sí, con mi mejor dardo, un mensaje con sello de urgencia: necesito que existas ese algo que busco desde el mismo día de mi nacimiento, necesito a alguien distinto, necesito, sobre todo, un dios.
Y la puerta de los ecos, con idéntica urgencia, se abre y me repite: ¡si estoy en ti!

11 ago 2016

Reflexiones al amanecer



Tan solo unas sencillas y breves reflexiones que nos ayuden en nuestro, tal vez doloroso caminar.

Amigos, solos en la noche: ¿Por qué no valorar lo mucho que te­nemos y afligirnos menos por lo que ya se nos fue?
No somos justos, cuando llora­mos  nuestra soledad.
Tenemos la riqueza de esa otra vida: la interior.
Si carecemos de ella, ¡sí que estamos solos!

Los mayores, que los somos en casi  totalidad,  mientras sea­mos útiles, autónomos, capaces de irradiar ilusión, competentes y profundos para crear momen­tos felices, no precisa­mos mayor atención: no  somos viejos.En tanto llega ese día, vive el presente en plenitud, feliz, amándote y amando. Lo que hoy siembres, mañana recoge­rás. No lo dudes.Y una mano lista para el viejo que  necesite bajar un escalón sin tropezar  

La dignidad de ser mayor es algo así como una hermosa prenda que ilumina oscurida­des y crea rescoldo que calienta manos de seres humanos ateri­dos por el desaliento, angustia y agobio que les puede producir el paso del tiempo.

La vida, con el paso de los años, inevitablemente, se va transformando  en montón de pérdidas donde, no obstante, palpitan hermosos retazos de felicidades .

l tiempo, ni la edad los culpables de que seamos o no "abuelos". No, somos nosotros mismos, cuando borramos del alma a­que nuestro cumplea­ños, cuando nos molestan los cam­bios, cuando seguimos afe­rra­dos a una juventud que se nos fue...

Tendré que deciros que tenemos muy poco hilo  que desmadejar, leve aire para respirar, pocas bocas para besar, pero instantes, tal vez muchos, para crear.

9 ago 2016

Un día más



Un día más, amigos, pasamos la hoja del almanaque y nos sorprende creer que pasa el tiempo, y no, el tiempo está ahí como estaba ayer nuestra calle, nuestra casa... que nos precedió, posiblemente, y nos heredará, posiblemente sin haber cambiado de ubicación, de historia... Somos nosotros los que pasamos sin más tiempo que aquel que encontramos cada día frente al espejo.
Hoy, de mi obra  Recuerdos en la madrugada, he elegido una página que tal vez, algunos de vosotros
ya habréis leído, pero siempre me cuestiono: ¿si no lo recuerdo yo cómo lo van a recordar los demás? Así que vamos a nuestros momentos de lectura.

Nace el día. Mańana silenciosa de nubes. Mi vida,  un puñado de nostalgias que se me izan sin recato allá en el alma donde se alimentan los recuerdos, patrimonio de mis días.A estas horas,  mis hijos, mis nietos duermen. Fruto son del amor, de la  tolerancia fruto de compartidos  sueños que se tornan  lágrimas en esta mańana gris que, como  fantasma, me oculta el rostro del sol.
Aprendí canciones, nuevas canciones que entoné en silencios echando al vuelo las mejores notas de mi seca garganta. Aprendí el arte de sacarme de la nada, cuando yerta  mi alma, hora tras hora, las sombras de la noche se tornaban fantasmas, anhelos, miradas... preguntas: ¿dónde yo..?  żDónde él..?  żDónde Dios..?
Aprendí a ser nińa sin lunas, sin besos, sin nanas... Pero las agujas del reloj no se detienen;  la vida tampoco. Cada instante me siento llegada, creación... como el día, como la noche, como el paso de la sangre por  el motor  de mi corazón, poque  antes de marchitarse una flor inunda de polen el aguijón de las abejas. ¡Así, rociando de amor mis sueños,  así, creando cada día radiante sol, así... hoy, mańana...siempre!
ˇBelleza de auroras, belleza de ocasos..!

 ¡Despierta,  Dios! No me dejes sola e insomne en este mundo donde yo sé que estás, sin  que sepa el dónde y el cómo, pero abre  la puerta y entra que te estoy esperando, que no puedo dar un paso si tú no estás, que no quiero perder estos instantes nuevos que me hacen resucitar... ¡Despierta ya y ven; te estoy soñando!